Tanto hablar de Inquisición, me ha recordado un relato que escribí hace tiempo. Está basado en una partida de campaña que jugamos en GW Valladolid. Mi personaje se llamaba Aalekzander Dagon, y pese a lo inútil que era (tenía un gusto y tendencias suicidas inesperadas), le cogí cariño al personaje. ¡Espero que os guste!
Sacrificios
"El éxito se mide con sangre; sea
tuya o de tu enemigo"
Aalekzander Dagon,
Inquisidor del Ordo Malleus.
Sector Franja Este 732.569
El cíclope de metal miró con su
ojo al desafortunado que tenía justo delante.
Hasta ahora, un rayo de fusión
del cañón siempre había bastado para inutilizar al enemigo durante el resto de
sus días. Una mirada suya era como mirar directamente al Emperador a los ojos.
Hasta ahora, una mirada siempre
había sido más que suficiente.
Hasta ahora.
Las paredes del blindado sonaban
como si las golpeara el mismísimo dios de la sangre. Como si la ira de un dios
violento y enfadado desatara toda su rabia a golpe de martillo contra el
blindaje del “Ira y Castigo”. El
espíritu de la máquina aullaba de dolor, mientras las puertas del Land Raider
cedían y se sometían a la brutalidad de su agresor.
Pero no. No era algo tan épico ni
glorioso: Ni lo que les golpeaba era un dios, ni los aullidos que oía eran los
de la máquina. Ese espíritu estaba condenado antes de que empezara la batalla;
desde que aquel estúpido astartes le puso sus manos encima.
¿Quién, por el Sagrado Trono, era
tan imbécil de acercar un vehículo contra aquella monstruosidad? Sin duda, un
“favorito del Emperador”. Peligrosa combinación de orgullo y poder en un solo
cuerpo, en su opinión.
De todas formas poco importaba ya
aquel anónimo.
Como todo lo que planeaba su
Señor, había alcanzado su propósito: Les había llevado al apestoso y hediondo
líder del ejército xenos para cumplir su misión. Eso era lo único que
importaba.
7 pensó en su enemigo. Nunca supo
a ciencia cierta porqué les llamaban pieles-verdes. Suponía que debajo de toda
esa sangre seca, barro, mugre y pintura de guerra, podría haber algo que fuera
remotamente verde, pero desde luego no lo había visto nunca. A su entender,
bien les podrían haber llamado ojos-amarillos, o sangre-negra.
Después de muchos y tediosos
alaridos, la bestia metió su fea cabeza por el agujero del vehículo. Estúpida
criatura, ¿qué creería que iba a pasar ahora?.
El “Ira y Castigo” se despidió
soltando una promesa de muerte, y explotó con los tripulantes dentro,
llevándose con él al gigantesco orko.
5, 4, y 2 murieron en el acto.
Los servidores se encargarían de recoger sus armas y equipo y devolvérselas al
Ordo. Los demás saltaron ágilmente,
desenvainando a la vez sus armas de energía y evitando los daños.
7 ya estaba cansado de estar
sentado. El Kaudillo Orko se estaba levantando y por fin era hora de trabajar.
Las bestias eran torpes y lentas.
8, 7, 1 encabezaron el asalto contra la peña de orkos. 3, 6, y 9 les siguieron
en una perfecta y coordinada danza de guerra. Verles bailar era un auténtico
espectáculo de vísceras desparramadas y miembros amputados que parecía no tener
fin. El ritmo lo ponían el entrechocar de las armas, los aullidos de sus
enemigos muertos y el chapoteo de sus pisadas sobre la sangre orka. No hacía
falta que se dijeran nada mientras bailaban. Uno podía pensar que sus perfectos
y sincronizados movimientos eran fruto del duro entrenamiento, pero el hecho de
que su Señor les hubiese cortado la lengua y sellado sus labios con un hierro
candente en forma de “I”, también tenía
que ver.
Rebanadoras y dientes se
intentaban acercar a los asesinos del culto de la muerte, pero en su camino
sólo encontraban 2 cosas: o el aire o la daga de energía de algún asesino.
8 se movía con una gracia
sobrenatural, y se compenetraba perfectamente con 7. Estos momentos eran
importantes, pues sólo durante los combates reales era cuando podían expresarse
libremente ambos. Lo que en los pasillos y jaulas de entrenamiento del asesinorum eran miradas fugaces y roces
robados, en combate se convertía en auténtico éxtasis. Las ropas se ajustaban a
sus cuerpos húmedos de sangre y sus espadas se cruzaban con pasión. No podían gritar
de júbilo, así que lo hacían con sus cuerpos. 7 embestía con furia y 8
decapitaba con frenesí. Cuando 8
realizaba una voltereta, 7 saltaba por detrás enarbolando su puñal y
clavándoselo a un enemigo. 8 hincaba su arma en la dura carne de una criatura
mirando a 7 con ardor, y 7 respondía abatiendo a otro más sin apartar la mirada de 8. Bailando,
danzando en una canción de muerte y pasión. Arrebato desenfrenado en medio
aquella locura que se había convertido en su pequeño refugio para hablarse sin
tapujos. Cada estocada, cada finta, cada quiebro y tajo, lo hacían con una
sutileza apasionada, y así fueron orko tras orko hasta que no quedó ninguno.
En la orgía que estaba siendo la
matanza, 7 y 8 se dieron cuenta
que de repente se habían quedado sin nada
más a lo que apuñalar y que estaban solos en medio de un cráter con un
Kaudillo Orko, intentado escapar de la escabechina. 7 y 8 se miraron y 8 arrojó sus puñales al aire. Girando
sobre su pie, de una patada los lanzó despedidos directamente a la cabeza del
bruto. Las armas, atravesaron limpiamente el cráneo del orko que cayó
desplomado en su cobarde carrera. Aquel Kaudillo no volvería dar guerra.
Otro sonido atrajo su atención.
Para variar, esta vez no eran aullidos, si no algo más parecido a un silbido.
Exactamente el sonido de 5 misiles acercándose a toda velocidad. 7 y 8 se
cogieron de las manos y se tocaron con la frente.
-Aalekzander, estas prácticas han
de terminar. - El gigante gris no tenía ganas de discutir con el hombrecillo.
-Hermano Lazarius, no esperaba
que te turbara tanto el final de…
-No soy tu hermano, Inquisidor.
Soy un Justicar y como tal me tratarás. Ahora sólo lo diré una vez más: No
quiero volver a ver sacrificios de este tipo. La Inquisición podrá malgastar los recursos que le venga en
gana, pero los Caballeros Grises no volveremos a colaborar de seguir con estas
atrocidades. Si no haces caso de mi advertencia serás juzgado y te aseguro que
serás declarado “extremis hereticus”.
El humano, enfundado en armadura
de exterminador, terminó de acoplarse su cañón psi en el guantelete sin mirar
al marine si quiera: -Lazarius, será mejor que prepares a tus hombres para la
teleportación. Al parecer mis chicos ya han acabado su trabajo.
-Ni uno más.
Aalekzander Dagon no sabía si se
refería a los asesinos humanos sacrificados, o al “Ira y Castigo”. Al fin y al cabo, con un astartes nunca se sabía,
y la verdad, poco le importaba.
El Kaudillo estaba muerto.
Mola!
ResponderEliminarPor cierto, qué os parece esto?
http://natfka.blogspot.com.es/2013/11/answers-to-inquisition-codex.html
Me mola mucho el relato. De hecho lo he leido dos veces ya!!!!!!
ResponderEliminarPd:wolfen ese comentario tiene q ver con el relato o algo??? Es q mi ingles......
Un saludete a todos!!!
relato espectacular!!!!
ResponderEliminarAlbertirribus! Me pones los pelos de punta con tus relatos!
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