Volvemos con los relatos de las partidas de la campaña de "Muerte en las calles" que están jugando Crespo y Yayo.
¡Espero que lo disfrutéis y os prepara para el informe de batalla que se os viene encima!
GUERRA SUCIA
"Una batalla a
campo abierto es una trampa.
En la guerra, un objetivo a la vista es
una baja,
por muy bien
protegido que esté"
Tactica Imperium
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-¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
¡Por el trono, esto apesta a meados!-
Definitivamente Miej estaba harto
de esa batalla. Había estado antes en muchos batallas, y en conflictos a gran
escala como el de Ter’zan IV, y la
horrible cicatriz que le desfiguraba desde el pecho hasta el ojo derecho lo
atestiguaba.
Las luchas en un mundo-jungla
eran diferentes. No le importaba esconderse durante horas en un arbusto, lidiar
con las picaduras de mosquitos gigantes e incluso con el asfixiante calor. Pero
donde se encontraba ahora era otro asunto.
-¡Cierra el agujero que tienes
por boca! Esperaremos aquí, callados, hasta que el coronel Straken nos ordene otra
cosa.- ladró el sargento armero Harker.
-Déjalo Miej, hoy “Dientepétreo
no está de humor para tus exquisiteces.
La verdad es que el ánimo de
todos se ensombrecía a cada minuto que pasaban en esa lóbrega alcantarilla, y
las ratas paseando entre sus dedos no hacían nada por mejorarlo. Los Diablos de
Catachán, como se les conocía, estaban más acostumbrados a la lucha en junglas
y bosques, y estar atrapados en las claustrofóbicas alcantarillas de una
ciudad, les ponía al límite.
-Sólo digo, que tan sólo hay un
jodido astartes en su Cuartel de mando. Si salimos ahora, mataremos dos pajáros
de un tiro. Acabaremos con sus comunicaciones y saldremos de este apestoso
agujero. Sólo digo eso.
“Dientepétreo”
Harker le miró sólo una vez. Y dio unas palmaditas amenazadoras a Retribución, su bólter pesado, mientras
se llevaba un dedo a los labios. Miej tragó saliva y se calló inmediatamente.
Al parecer iban a estar muchas horas en silencio ahí dentro. Magnífico.
Las horas
transcurrían y no había comunicación alguna. Miej ya había perdido la cuenta de
las ratas y mosquitos matados que había contado para mantenerse despierto. La angostura,
humedad y oscuridad de aquel pasadizo eran insoportables y cada vez que
encendían la radio sólo encontraban ruido de estática.
El Centro de mando estaba
completamente en silencio. Después de la derrota anterior, el Capitán Gydeon
había establecido una serie de medidas para que no volviera a ocurrir el
desastre de la última refriega. Ningún edificio quedaría vacío, todos contarían
con la vigilancia y ocupación permanente de una tropa astartes. Eso
significaría reducir el número de efectivos de las escuadras, disminuir los
recursos, en definitiva. Barneath no estaba muy convencido con las tácticas de
Gydeon, pero esta guerra tan prolongada obligaba a tomar medidas desesperadas.
Barnetah miró una vez más los
planos de la ciudad. Había memorizado ya cada uno de las posibles zonas para
una emboscada, los edificios donde hubiera munición, e incluso botiquines. No
sabía muy bien qué más buscar en los planos, y decidió hacer una ronda de
reconocimiento por el edificio.
Se colocó el casco de la
servoarmadura y agarró su bólter.
El edificio estaba viejo y
destartalado, pero todavía se veían los vestigios de lo que en su día fue un
orgulloso administratum. Barneath atravesó la desvencijada puerta de madera
tallada con el áquila imperial y entró
en una amplia sala llena de pantallas, pictógrafos, y hojas de papel tiradas
por todas partes. A esas horas la luz se filtraba por las estrechas vidrieras
que sorprendentemente todavía estaban en pie, dando a la sala un aspecto
multicolor. Todos aquellas mesas
de escritorio, y cubículos tiroteados indicaban que debía tratarse de una más
de las oficinas de aquella planta baja.
Barnetah siguió con su meticuloso
registro, cuando al pasar por un registro de alcantarillado, un pestilente olor
a carne en descomposición le atacó a su agudo sentido del olfato. Conectó el
visor para buscar alguna signatura. En seguida se iluminaron las señales en su
ocuglobo: Demasiado grandes para ser un animal. Barneath levantó la alcantarilla y apuntó con el
bólter.
Ahí estaban.
Todos en fila y desconectados con
las prisas propias de una evacuación. Más de cuarenta servidores apagados y
pudriéndose sin el mantenimiento necesario. Se detuvo unos momentos para
investigar más aquellas carcasas de lo que una vez habían sido humanos, pero
las constantes vitales que registraba su armadura eran demasiado débiles.
Volvió a cerrar aquél depósito de cadáveres y continuó su vigilancia por el
Cuartel de mando improvisado.
Ver a todos aquellos cadáveres le
había dado una punzada a su conciencia. Desde luego, esos servidores se habrían
ganado su destino, pero le hizo recordar lo poco que le gustaba luchar contra
humanos. Había sido creado para proteger a la humanidad, no para exterminarla,
y no se encontraba a gusto en una masacre tan prolongada. El capellán le había
recriminado muchas veces esa actitud: “A
veces, la humanidad es el mayor peligro para sí misma. La protegeremos aunque
sea contra su voluntad. Es nuestro deber y no debes flaquear en tu decisión
hermano, si no actuar con la determinación de que lo que hacemos es la voluntad
del Emperador”
Demasiadas veces se había
repetido a sí mismo ese sermón. Demasiadas.
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Cuando aquella trampilla se
cerró, abrió lo ojos y salió de su estado de trance. Había reducido sus
pulsaciones al mínimo. Su respiración era nula. Sus enemigos no conocerían el
miedo. Él no conocía la piedad.
En lo más profundo de aquel
cuarto repleto de servidores, un cuchillo relució en la oscuridad.
Harker volvió a dar la orden por
señas al vocoperador enésima vez.
Miej encendió la radio y
escucharon una vez más.
-Al habla el coronel Straken . El
agente Marbo está en posición. Esperen órdenes. Corto y cierro.-
Por fin algo de acción. El
psicópata que tenían por sargento, les miró a todos comprobando que estaban
listos para saltar en cualquier momento. Harker tensó la mandíbula, escupió el
tabaco que estaba mascando y agarró fuerte a Retribución.
Así si que dan ganas de jugar!!
ResponderEliminarY a te dijo
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