jueves, 10 de octubre de 2013

Reunión



Muchas veces, cuando juego una partida, me gusta crear una pequeña historia. La que os presento a continuación es fruto de una partida por parejas que tuvimos los Caballeros Grises -¡benditos sean!- y los Salamandras, contra los Tiránidos y necrones. Hace ya bastante tiempo y creo que la cosa acabó en victoria. ¡Que la disfrutéis!





Reunión

“El mejor regalo que El Emperador hizo a la Humanidad, es el odio.”

Coteaz Torquemada a
su acólito Alexei Lugovnik


+++Mensaje registrado por el  psíquico autorizado Cirius Tomlek, al servicio del Inquisidor: Coteaz Torquemada.
Privacidad Grado: 1
Lugar: Formosa, sector 5j.32h., a las afueras de la meseta del planeta Lodanar.
Hora: 3:34 AM, ciclo terrano.+++

-Así que reclamo el apoyo de un capítulo Astartes y esto es lo que envían los Salamandras: un único marine… Toma nota servidor- La expresión del Inquisidor no dejaba lugar a dudas. La honda decepción de su rostro lo decía todo.

El gigante de ébano no podía evitar pensar como alguien tan insignificante era tan impertinente. Cada paso que daba hacia la diminuta figura, aquel hombre lleno de implantes y rodeado de una cohorte de servidores encapuchados, le resultaba más  desagradable. Sin embargo le rodeaba un aura de autoridad y peligro pocas veces habituales en humano.
Aquello no se lo decía la cantidad de datos que aparecían en su ocuglobo, que ya le había analizado de arriba abajo a él, y a las más de ocho figuras ocultas en las sombras. Se lo decía algo mucho más fiable: su instinto.

-Sinceramente astartes, esperaba un recibimiento más adecuado para un Inquisidor del Ordo Malleus. Identifícate.

-No soy yo el que ha pedido ayuda y una reunión nocturna en un rincón de un planeta abandonado. Dime lo que quieres y te diré a lo que estoy dispuesto. Torquemada.- El marine espacial pronunció lentamente el nombre del Inquisidor, sin duda, tratando de amedrentarle. Coteaz sonrió de medio lado. Aquel era un marine singular. La mayoría de los hombres se meaban de miedo con sólo saber que estaban ante el Señor de Formosa, y ese marine le hablaba por su nombre de pila sin pestañear siquiera.  Pero claro, a quien tenía enfrente no era un hombre corriente. Ni siquiera era un hombre. Era un adeptus astartes, y como tanto les gustaba repetirse a sí mismos, no conocía el miedo.

-Sabes mi nombre. Eso te lo aplaudo. Ahora responde ante mí.  Nombre y posición.

Vulkan sintió como la presencia intimidatoria de aquel humano trataba de colarse en su cerebro y doblegar su voluntad. -No me gusta que intenten forzar  mi mente, Inquisidor.  Debería recordarlo cuando hable con otros hermanos, porque estoy seguro de que no serán tan compresivos. Déjese de jueguecitos mentales y exponga su problema.

Coteaz volvió a sonreír de medio lado. Sin duda ese astartes estaba lleno de sorpresas. Cada vez le gustaba más y más. Sería un gran aliado en la batalla que se avecinaba, pero no por ello iba a consentir que le hablase de esa manera.

-Sigo sin conocer tu nombre. Y tú también deberías recordar que la próxima que me hables así, seré yo el que no sea tan comprensivo.

Vulkan estaba cansándose de tanta palabrería, así que sólo para terminar esa absurda lucha de posiciones accedió a decirle su nombre.
El gigante se quitó el casco, clavó su elaborada lanza artesanal en el suelo,  y habló. Ya no sólo con la voz robotizada y despasionada que se oía detrás del  comunicador, si no con una voz grave y atronadora como la justicia del Emperador. Unos ojos rojos  como el corazón de una estrella miraron a través de su negra piel:

-Humano, hablas con Vulkan He’stan. Padre Forjador de la décimo octava legión, los Salamandras. ¡Forjados en los fuegos de la batalla, sobre el yunque de la guerra!
Así que expón tu problema de una maldita vez, mi paciencia tiene un límite.

-Qué apasionado para ser una mera presentación. Yo soy Coteaz Torquemada. Encantado. ¿Ves cuánto tiempo hubiésemos ahorrado si me lo hubieras dicho desde el principio?.- En verdad que todo aquello divertía al inquisidor. Demostrar a los astartes que no les tenía ningún miedo, que de hecho era superior y que podía hurgar en sus simples cabezas de guerreros cada vez que quisiera, le daba una satisfacción personal. Coteaz soltó su martillo demonio, y lo apoyó en el suelo. Estiró el brazo derecho y un ciberáguila de dos cabezas se posó en él para subir hasta su hombro. Era la señal para que el asesino del culto Vindicare, oculto muchas millas más allá de lo que Vulkan pudiera ver, dejara de apuntar al gigante a la cabeza.
En una loma, en la oscuridad de la noche, el asesino recogió su rifle Exitus y desapareció.

-Muy bien Vulkan, la situación es la siguiente: Una flota enjambre se dirige hacia el planeta Epsilon IV. Torquemada hizo un gesto con la mano y un servidor encapuchado salió de detrás del inquisidor con un pictógrafo. En la imagen se veía el Sistema Epsilon y cómo un tentáculo de la flota enjambre se dirigía directa a por Epsilon IV. Un pequeño planeta  imperial, con una colonia minera medianamente importante, que nutría de promethio a  gran parte del Sector.

-¿Qué población tiene ese planeta?- preguntó Vulkan.
-Cerca de 3 mil millones de personas, y un ejército Imperial ciertamente pequeño.  La colonia minera siempre ha sido leal y segura en gran medida. O al menos todo lo leal y segura que es una población hoy en día. No ha sufrido invasiones xenos en mucho tiempo y los casos de herejía son en núcleos muy concentrados y controlados del planeta. Por eso la presencia de Guardia Imperial es poco menos que la obligatoria para con el diezmo. El gobernador es un hombre de paja puesto por los locales, pero que al menos hace su función. Se sienta en su cómodo sillón, y se dedica a poco más que hacer que las flotas  comerciales de promethio partan a los planetas  del resto del subsector.

-Ya veo. Una defensa planetaria mal construida y poco defendida ante una invasión xenos. ¿y qué sabemos del enemigo?
-Como podrás comprender, mi red de espías no funciona muy bien con las criaturas tiránidas, -Coteaz casi sonrió para sí mismo por su ocurrencia- pero mis observadores han podido ver por lo menos dos tiranos de enjambre alados. Sin duda eso te facilitará saber el tamaño del enjambre….
-¡Sangre del Emperador!. Inquisidor, ¿me está diciendo que hay condenadas 3 mil millones de almas?
-No. Le estoy diciendo que si no me ayuda, millones de vidas humanas serán devoradas por unos criaturas monstruosas y un sistema solar entero se quedará sin promethio. Y posiblemente también asimilado por esta creciente amenaza. ¿Me ayudará, Padre Forjador? –Coteaz podría pecar de muchas cosas (de demasiadas, según otros inquisidores), pero era un excelente orador y conocía siempre a la perfección con quién estaba hablando. No sólo había apelado al gran sentido humanitario de todos los Salamandras, si no que también había hecho hincapié en la importancia estratégica del planeta, además de llamar por primera vez  al salamandra por su título. Antes de que Vulkan abriese la boca, ya conocía la respuesta y que el orgulloso marine accedería.

-No. Los Salamandras no acudirán a tu lado, Torquemada. – Coteaz no movió ni una ceja, sin embargo el estupor debió parecer patente y divertido para el marine, que sonrió diciendo: Acudiremos a ayudar a esos pobres condenados. No a ti. –Coteaz se relajó. Desde luego aquel astartes era singular e imprevisibe…. Pero no tanto.
Vulkan se dio medio vuelta y regresó a su nave transporte.


Epílogo

-Coteaz…
-¿Sí,  Alexei?
El acólito estaba esperando a Coteaz apoyado en el costado de un chimera. -Ya he contactado con los Caballeros Grises. Nos traerán a la Muerte y Victoria y a la escuadra de Lukin.
-¿Una Stormraven y una escuadra de expiación?, bien. ¿Qué más?
-Los venerables hermanos Lucius y Víctor también vendrán.
-Mágnifico, dos dreadnoughts. Con eso y el apoyo de los Salamandras será suficiente.
-A propósito, ¿comentaste al astartes lo del cubo necrón que buscamos?
-¿Por qué crees que le debería decir a un marine que se dirige directo a un antiguo mundo cripta, en el que hay poderosa tecnología alienígena esperando a ser estudiada? ¿Para que la destruya en un ataque de “ira divina astartes”? Digamos que vendrá, y que no le hacía falta saber nada más. Ahora apaga eso y llévame a casa. Mañana será un día muy largo.

Alexei apagó su cigarro de llho contra la oruga del chimera y pusieron rumbo al norte.

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